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sábado, 6 de agosto de 2016

Álamo, el árbol de los pueblos




La Domus, ar-qui-tec-tu-ra po-pu-lar bio-clí-má-ti-ca me-di-te-rrá-nea... con su ostium, su vestibulum, su impluvium, y su cartelito de cave canem..., dudo mucho que mis progenitores vivieran en una de ellas puesto que las clases sociales tienen una herencia más fuerte que la genética. La mayoría de las gentes vivían en la Casae, con un sola habitationis y el tectum hecho de restos vegetales, no de teja romana... No hay nada de odio, le digo a quienes le molestan que se hable de clases sociales, de las de antes y de las de ahora, sólo es la constatación de una realidad. Mi amigo Antonio me comentó por Facebook que lo más jodío en Roma era vivir en una insulae, pisos de alquiler de hasta seis plantas, de fácil derrumbe y combustibilidad..., no se lo discuto.

Andaba yo en Inopia con mi obsesión veraniega, de casas bioclimáticas, arquitectura popular, clases sociales, pavimentos duros, efecto invernadero, isla de calor... cuando en las espaldas noto un aire fresco y no era el de los comercios de calle Gondomar, con sus puertas abiertas por las que huyen los kilowatios de los aparatos de refrigeración. Estaba sentado junto a la arboleda que hay en la Ronda de Isasa, era el aliento fresco de la respiración de los álamos blancos (Populus alba) 1.

De repente, me transmuté, pasé de escéptico urbanista bioclimático a entusiasta jardinero populista. Vi aquellos inmensos árboles como potentes aspersores, refrescando los parques y plazas de nuestra ciudad en esas noches que no sopla el viento y el calor asfixia. Empecé a diseñar el Parque de Levante, a las orillas del arroyo Pedroche, una alameda se extiende desde el arroyo hacia sus márgenes con árboles sembrados muy apretados, permitiendo extensas y frescas sombras. El suelo es una alfombra tejida con las hojas caídas que acumuladas impiden que los rayos del sol resequen la tierra, el álamo necesita del agua y como la necesita la protege con su sombra. En invierno, las ramas desnudas dejan paso a los rayos solares y con las lluvias de otoño el ambiente se llena de un característico olor y color 2.


Tal vez estas propiedades climáticas fue el motivo por el que los álamos eran los árboles preferidos en los primeros parques de las ciudades. Las famosas alamedas 3, como la del Corregidor sembrada y resembrada a las orillas del Guadalquivir. Quizás por ello, en los países mediterráneos, en las tierras donde es necesario cuidarse del sol, el álamo se llamó Populus "Propio de los pueblos". A lo mejor, en un futuro sus hojas están destinadas a protegernos del calor al igual que aquellas que coronaron la cabeza de Hércules cuando bajó al infierno en la duodécima prueba ordenada por Euristeo 4.

1 No todas las especies de árboles transpiran la misma cantidad de agua durante los meses calurosos, las especies mediterráneas cierran sus estomas para evitar la deshidratación, sin embargo los álamos, igual que otras especies freatofitas, al disponer de más agua pueden transpirar mayor cantidad.

2 Los álamos, tanto el blanco como el negro (Populus nigra), no son especies adecuada para sembrar en las calles, debido a su potente sistema radicular, el requerir bastante agua y la fragilidad de sus ramas. Pero su uso sería muy adecuado en parques y plazas, formando pequeños bosquetes, en algunos casos pudieran ser una especie alternativa a las praderas de césped, aportando mayor frescor y ahorro de agua.

3 Ramírez Casa-Deza relaciona en 1867 una serie de alamedas que existieron en nuestra ciudad, respecto a la de Alameda del Corregidor señala: "En 1816 entre la orilla del río y el muro que corresponde a la cárcel y huerta del alcázar, mandó plantar el corregidor D. Joaquin Bernad y Vargas, una espaciosa calle de álamos, y otros muchos, juntamente con mimbreras, a lo largo de la margen del río, los que formaron un soto espeso que en estos últimos años se han aclarado más de lo que se debiera. Al mismo tiempo se construyeron poyos arrimados a la muralla, que por algunos años sirvieron a la concurrencia que frecuentaba aquel sitio en la estación del estío..." p. 78 Manual Histórico-Topográfico de la Ciudad de Córdoba.

4 El cuadro que abre la entrada Hércules y el Cancerbero, Zurbarán 1634, está inspirada en la versión de las doce pruebas de Hércules de Baltasar Vitoria y en ella se dice: "cortó unos ramos de álamo blanco, que había muchos en aquella ribera, y hizo una guirnalda de ellos, con los que rodeó sus sienes […] para su defensa. Coronado pues, y cubierta su cabeza con los ramos de álamo blanco, pasó en la barca de Caronte aquel río del olvido, y entró por las puertas infernales […]. Como el perrazo le viese venir, dio tan grandes ladridos que atronaba y atemorizaba a los infiernos. Echóle la mano a los gaznates, y apretóle con tanta fuerza, que le rindió, y se sujetó a que le echase la cadena, y con esto le sacó al mundo medio arrastrando, y muy contra su voluntad, y de esta suerte lo llevó a presencia del rey Euristeo". http://www.moderna1.ih.csic.es/cordoba/FMPro?-db=textos.fp5&-lay=estandar&-sortfield=registro&registro=1705&-max=5&-skip=80&-Format=search_results_texto.htm&-Find




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