Culos limpios, ríos sucios

En nuestra sociedades las leyes siempre van detrás de los problemas, a veces muy detrás y con frecuencia ni siquiera llegan a frenar tanto desmán. Se genera un producto con gran éxito comercial, barato para el consumidor pero que luego acabamos pagándolo entre todos, a ese coste para el conjunto de la sociedad se llama en economía externalidades negativas.

Un ejemplo claro son las toallitas húmedas, por poco dinero podemos limpiar un pómulo, un ano o un mueble. Si ya su producción genera problemas cuando las arrojamos al inodoro los costes ambientales y económicos son desmesurados, atranques en el sistema de alcantarillado y contaminación del entorno.

En la desembocadura del arroyo Pedroche se pone de manifiesto este problema. Sistemáticamente cada vez que caen cuatro gotas las cloacas entran en carga y las aguas fecales entran al río por los aliviaderos. Aguas que además de llevar materia orgánica arrastran toda la suciedad que en las calles no fue recogida y... toallitas. La mayoría de ellas van directamente al río para tapizar su fondo, deshilachándose y llenando todo de micro-plásticos, otras quedan atrapadas en el canal que circula en paralelo al Balcón del Guadalquivir, evidenciando las mierdas que la naturaleza no puede reciclar.

Hace unos días unos amigos encontraron un precioso avetorillo atrapado en los hilos de una toallita, lo pudieron captura y liberar de sus ataduras. El animal voló sano y salvo pero el problema sigue ahí.

Soluciones las hay, empezando con campañas para concienciar a la población para que estos residuos no vayan a parar a los desagües, continuar por incorporar un gravamen a este producto con la que obtener recursos suficientes para amortiguar sus efectos ambientales y, por último, obligar que las toallitas se fabriquen con fibras naturales y fácilmente degradables... tal vez sean más caras e incluso que nos manchemos los dedos, con agua y jabón se quita, pero mantendremos limpia la naturaleza.

Avetorillo atrapado por una toallita. Foto: José Márquez