Sotos III. Protectores del río

El río Guadalquivir está que impresiona, 200 litros por metro cuadrado en tres días ha propiciado la multiplicación de su caudal. Sorprende la fuerza que lleva pero también sorprende la resistencia de las plantas riparias a dejarse arrastrar por las aguas.

Sobre todo los sauces que crecen en la misma orilla de los ríos han tenido que adaptarse a las continuas crecidas mediante un sistema de raíces que fijan el árbol a un terreno inestable, desarrollando ramas y troncos flexibles; y una magnífica capacidad de colonización de los derrubios que dejan las aguas.

Éste es el motivo para que una de las actuaciones que se han realizado en el Plan del Río ha sido la creación de una franja de árboles en la orilla, especialmente llamativa en la margen derecha, a la altura del embarcadero. El objetivo es evitar que el río embista directamente contra los muros de protección impediendo de esta forma su deterioro. Así una de las funcionalidades que ejercen estas plantas en los ríos es la de reducir la capacidad erosiva de las corrientes de agua, fijando de esta manera su cauce.

Pero esta no es la única aportación que realiza los bosques de ribera ya que la vegetación de ribera descontaminan los ríos mediante la absorción de la excesiva carga de materia orgánica, nitratos y fosfatos que de procedencia de la actividad humana transportan las aguas; sirviendo, a la vez, de barrera de contaminantes arrastrados de los cultivos por las lluvias.

También sauces y álamos dan sombra a los ríos, evitando el calentamiento de las aguas y la eutrofización, lo cual supone una protección de la calidad de las aguas a la vez que preserva la fauna acuática.

Así la vegetación autóctona que se desarrolla en los ríos lejos de secarlos o degradarlos los protegen.