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domingo, 29 de abril de 2018

Ya le tocaba a Córdoba





En 1830 fue en París, Londres en 1834, tenemos que esperar a 19701 para que se instale en Munich, en Madrid lleva varias décadas y, por fin, en 2014 la paloma torcaz se reprodujo en la ciudad de Córdoba, primero en el Jardín Botánico y ahora no es raro el parque que no cuenta con una o varias parejas de palomas torcaz2.

La Columba palumbus, osease, la paloma paloma es el columbiforme de mayor tamaño de los cinco que habitan en la península Ibérica, pesa 500 g casi el doble que la paloma doméstica (Columba livia) 275 g, y más de tres veces que una tórtola europea (Streptopelia turtur). A diferencia de otras especies que le va mal y a pesar de ser una especie cinegética la torcaz aumenta. Tal vez una dieta poco exigente, capaz de devorar incluso las irritantes semillas de los plátanos y un comportamiento flexible que le permite ser esquiva en los lugares donde se le caza y confiada en las ciudades sea su éxito para expandirse; además del aumento de las zonas arboladas, ya que la paloma torcaz, a diferencia de las otras dos palomas que nidifican en huecos o en plataformas, hace sus nidos en las ramas de los árboles.

En el río, en el parque Cruz Conde podemos disfrutar a placer de la belleza de este ave de tonos grises y vinosos, con reflejos verdes y púrpuras. Destaca en su cuello dos amplias manchas blancas que coinciden con una mucosa que tienen los colúmbidos en el buche responsable de producir la “leche de paloma”, un líquido rico en proteínas, grasas y vitaminas con el que ambo sexos alimentan a los pollos en sus primeros días de vida, al igual que los mamíferos su producción está ligada a la prolactina. Seguramente estas marcas blancas jueguen un papel importante a la hora de la elección de las parejas al indicar el potencial que tiene el progenitor para alimentar a sus crías.

1 VVAA. Animales de Nuestras Ciudades. Editorial Planeta.

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