En 1830 fue en París, Londres en 1834,
tenemos que esperar a 19701 para que se instale en Munich, en Madrid
lleva varias décadas y, por fin, en 2014 la paloma torcaz se
reprodujo en la ciudad de Córdoba, primero en el Jardín Botánico y
ahora no es raro el parque que no cuenta con una o varias parejas de
palomas torcaz2.
La Columba palumbus, osease, la paloma
paloma es el columbiforme de mayor tamaño de los cinco que habitan
en la península Ibérica, pesa 500 g casi el doble que la paloma
doméstica (Columba livia) 275 g, y más de tres veces que una
tórtola europea (Streptopelia turtur). A diferencia de otras
especies que le va mal y a pesar de ser una especie cinegética la
torcaz aumenta. Tal vez una dieta poco exigente, capaz de devorar
incluso las irritantes semillas de los plátanos y un comportamiento
flexible que le permite ser esquiva en los lugares donde se le caza y
confiada en las ciudades sea su éxito para expandirse; además del
aumento de las zonas arboladas, ya que la paloma torcaz, a diferencia
de las otras dos palomas que nidifican en huecos o en plataformas,
hace sus nidos en las ramas de los árboles.
En el río, en el parque Cruz Conde
podemos disfrutar a placer de la belleza de este ave de tonos grises
y vinosos, con reflejos verdes y púrpuras. Destaca en su cuello dos
amplias manchas blancas que coinciden con una mucosa que tienen los
colúmbidos en el buche responsable de producir la “leche de
paloma”, un líquido rico en proteínas, grasas y vitaminas con el
que ambo sexos alimentan a los pollos en sus primeros días de vida,
al igual que los mamíferos su producción está ligada a la
prolactina. Seguramente estas marcas blancas jueguen un papel
importante a la hora de la elección de las parejas al indicar el
potencial que tiene el progenitor para alimentar a sus crías.
1 VVAA. Animales de Nuestras Ciudades.
Editorial Planeta.
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