Hace 300 millones de años, en el norte
de la Provincia se extendía una extensa selva a las orillas del mar,
un equivalente a los actuales manglares y a las selvas que bordean al río Amazonas. Sin embargo, la fauna y la vegetación eran bien distintas. Los bosques estaban formados por helechos gigantes (Pteridofitas) habitados por los primeros anfibios y enormes libélulas. Los
Omphalophloios era la especie dominante de porte arbóreo, en las orillas inundadas amplios
“carrizales” de Asterophylletes, una especie emparentada con nuestras "colas de caballo". Aquellas plantas al morir
depositaban en la tierra la luz que un día les dio el sol, la
revolución industrial las desenterró cuando ya se habían
convertido en piedras, regresando a la atmósfera el carbono que un
día formó parte de sus tejidos.
Molinos, fortalezas, puentes... recuerdan
civilizaciones pasadas. Libélulas y colas de caballo evocan la
historia de la Tierra. Libélulas, como la Onychogomphus costae, que
vuela entre los herbazales de los Sotos de la Albolafia parecidas a
aquellas que volaron entre los impresionantes helechos.
Colas de caballo, como la Equisetum ramontissima, herederas de un
grupo de plantas que en otro tiempo fueron abundantes y variadas. Hoy
solo quedan en el mundo quince especies de equisetos, descendientes
todas de una misma población que habitó en algún lugar del planeta hace 50 millones de años.
Omphalophlios. Museo Paleobotánico de Jardín Botánico de Córdoba |
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