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sábado, 13 de junio de 2015

Memoria del planeta




Hace 300 millones de años, en el norte de la Provincia se extendía una extensa selva a las orillas del mar, un equivalente a los actuales manglares y a las selvas que bordean al río Amazonas. Sin embargo, la fauna y la vegetación eran bien distintas. Los bosques estaban formados por helechos gigantes (Pteridofitas) habitados por los primeros anfibios y enormes libélulas. Los Omphalophloios era la especie dominante de porte arbóreo, en las orillas inundadas amplios “carrizales” de Asterophylletes, una especie emparentada con nuestras "colas de caballo". Aquellas plantas al morir depositaban en la tierra la luz que un día les dio el sol, la revolución industrial las desenterró cuando ya se habían convertido en piedras, regresando a la atmósfera el carbono que un día formó parte de sus tejidos.

Molinos, fortalezas, puentes... recuerdan civilizaciones pasadas. Libélulas y colas de caballo evocan la historia de la Tierra. Libélulas, como la Onychogomphus costae, que vuela entre los herbazales de los Sotos de la Albolafia parecidas a aquellas que volaron entre los impresionantes helechos. Colas de caballo, como la Equisetum ramontissima, herederas de un grupo de plantas que en otro tiempo fueron abundantes y variadas. Hoy solo quedan en el mundo quince especies de equisetos, descendientes todas de una misma población que habitó en algún lugar del planeta hace 50 millones de años. 

Omphalophlios. Museo Paleobotánico de Jardín Botánico de Córdoba

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