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miércoles, 22 de mayo de 2013

Florecillas IV. Color


La primavera avanza a un ritmo más rápido que mi capacidad para ir conociendo y mostrando las flores que nacen en este lugar del Guadalquivir. Relojes, amapolas, centaureas, margaritas, etc. decoran  los taludes de la ribera a la vez que matizan las monótonas praderas de césped y  alcorques de los parques cercanos, son los supervivientes al glifosato  y a una gestión de las zonas verdes que olvida el color y valor de las plantas autóctonas.

Plantas que son la contraposición a las flores cultivadas, majestuosas pero aquejadas de los mismos males que las casas reales, propensas a la enfermedad y  a las que hay que mantenerlas a base de inyectarle continuos recursos para que puedan sobrexistir. Eso es lo que tiene la pureza de sangre, o las razas puras: fenotipos perfectos que esconde genotipos putrefactos, herederos del cruce entre parientes y enemigos del mestizaje.

Son chulas esas plantas que crecen como les da la gana, fuera del orden establecido y con una sencilla belleza capaz de emocionar a quien se acerca a ellas. Flores que muestra su lindeza con cuatro gotas y sin abono, supervivientes al cemento y a los herbicidas, resistentes a las plagas y al estío.

Plantas que voy conociendo gracias, al altruismo de aquellas personas que comparten sus conocimientos simplemente por amor de lo que se comparte, como Juan Relaño o Rafa Tamajón, eminencias en botánica, y entusiasmado, este último, por descubrir y difundir la flora de los descampados urbanos.

Bartsia trixago (Gallocresta)


Taraxacum vulgare (Diente de león)


Tragopogon hybridus (Tetillas de vaca)

Anchusa azurea (Lengua de buey)

Orobanche crenata (Jopo de las habas)

Papaver roheas (Amapola)

Papaver somniferum (Amapola de la India)


Plantago lanceolata (Llantén menor)


Daucus carota (Zanahoria silvestre)

Lythrum junceum 


Stegia trimestris (Malva Basta)

Convolvulus althaeoides (Campanilla rosa)


Ridolfia segetum (Eneldo)


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