La primavera avanza a un ritmo más rápido que mi capacidad para ir conociendo y mostrando las flores que nacen en este lugar del Guadalquivir. Relojes, amapolas, centaureas, margaritas, etc. decoran los taludes de la ribera a la vez que matizan las monótonas praderas de césped y alcorques de los parques cercanos, son los supervivientes al
glifosato y a una gestión de las zonas verdes que olvida el color y valor de las plantas autóctonas.
Plantas que son la contraposición a las flores cultivadas, majestuosas pero aquejadas de los mismos males que las casas reales, propensas a la enfermedad y a las que hay que mantenerlas a base de inyectarle continuos recursos para que puedan sobrexistir. Eso es lo que tiene la pureza de sangre, o las razas puras: fenotipos perfectos que esconde genotipos putrefactos, herederos del cruce entre parientes y enemigos del mestizaje.
Son chulas esas plantas que crecen como les da la gana, fuera del orden establecido y con una sencilla belleza capaz de emocionar a quien se acerca a ellas. Flores que muestra su lindeza con cuatro gotas y sin abono, supervivientes al cemento y a los herbicidas, resistentes a las plagas y al estío.
Plantas que voy conociendo gracias, al altruismo de aquellas personas que comparten sus conocimientos simplemente por amor de lo que se comparte, como Juan Relaño o Rafa Tamajón, eminencias en botánica, y entusiasmado, este último, por descubrir y difundir la
flora de los descampados urbanos.
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Bartsia trixago (Gallocresta) |
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Taraxacum vulgare (Diente de león) |
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Tragopogon hybridus (Tetillas de vaca) |
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Anchusa azurea (Lengua de buey) |
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Orobanche crenata (Jopo de las habas) |
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Papaver roheas (Amapola) |
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Papaver somniferum (Amapola de la India) |
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Plantago lanceolata (Llantén menor) |
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Daucus carota (Zanahoria silvestre) |
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Lythrum junceum |
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Stegia trimestris (Malva Basta) |
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Convolvulus althaeoides (Campanilla rosa) |
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Ridolfia segetum (Eneldo) |
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