Coletilla azul ibérica (Ischnura graellsi) |
En la Sierra de Montseny, un día de mucho calor,
nos acercamos a un pequeño río de montaña. El rumor del agua, la frescura en el ambiente, los
claroscuros de un sol atravesando un bosque de ribera y decenas de
señoritas (Calopterix ssp.) daban a aquel momento un toque mágico. No es de extrañar que a Freyja, diosa del amor, de la riqueza y la
poesía erótica, se le asociara a los odonatos. Desgraciadamente el año
775 un decreto Católico ligó a esta diosa con la maldad y con ella
a estos insectos que dejaron de percibirse como seres benéficos y se les empezó a denominar caballitos del diablo1. Fue uno de las consecuencias de una Iglesia que había olvidado que en su Biblia hay un libro que se
llama el Cantar de los Cantares (El más hermoso de los cantos) en
el que se recitan versos como este: "Regocijemonos y deleitemonos
juntos, celebraremos tus caricas más que el vino, ¡sobran las
razones para amarte!".
Diferenciar libélulas y caballitos es
el primer paso que debe de dar aquella persona que quiera adentrarse
en el conocimiento de los odonatos; las libélulas son reconocibles
porque se posan con sus alas abiertas, como un libro que se está
leyendo, de ahí el nombre de libélula, y los caballitos lo hacen con sus cuatro alas plegadas. En las libélulas
las alas anteriores son diferentes a las posteriores mientras que los
caballitos tienen esas alas iguales, de ahí que a las primeras se
les conozca como anisópteros y los caballitos como zigópteros.
Algo más de setenta especies de libélulas y caballitos viven en la Península Ibérica, por tanto su reconocimiento no es muy complicado. Primero, y lo más difícil, es conseguir una buena foto en el que se pueda apreciar las venas de las alas y después hay que ayudarse de las guías, algunas accesibles en internet como: Habitantes del agua: Odonatos, donde se recogen todas las especies existentes en Andalucía, y Los Odonatos de Extremadura, imprescindible. Queda echarle paciencia y corazón.
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