> Río Vivo: Sotos I. La memoria

viernes, 27 de noviembre de 2009

Sotos I. La memoria

No lo puedo remediar pero me molesta el oír hablar de “limpiar de vegetación” el cauce del Río. No porque me oponga por principio a cualquier tipo de intervención que suponga la tala o poda de especies arbóreas, sino porque supone tomar árboles, arbustos y otras plantas como basura y no como unos seres vivos que en la cadena alimenticia se catalogan como productores y de los que dependemos el resto (consumidores). El espectacular aumento de la vegetación de la Ribera y el desprecio de la misma es cara y cruz del mismo cambio económico y cultural.
Hasta bien entrada la década de los sesenta la vegetación que rodeaba los ríos estaba sometida a un intenso aprovechamiento, aprovechamiento que se intensificaba en climas como el nuestro donde la productividad vegetal de los montes está limitada por el fuerte estiaje. Así la vegetación riparia permitió la provisión durante todo el año de pastos para el ganado, combustible para los hogares; juncos, eneas, carrizos, sauces, fresnos, olmos y álamos eran la base para la elaboración de numerosos objetos, elementos para la construcción de las propias viviendas: sin olvidar que berros y vinagreras apaciguaron más de un estomago en las hambrunas de la posguerra.
En esa economía de subsistencia ligada al Río convendría destacar los usos los relacionados con la cestería, actividad que ha sabido aprovechar las ramas resistentes y flexibles de los sauces, fruto de la evolución de estas especies a las crecidas de los ríos.
Con la decadencia, y de la protección por ley de estos habitats, los bosques galería volvieron a recuperar los espacios perdidos, pero su aparente inutilidad para muchos urbanitas los llevan a ser catalogados de “porquerías”.
En este sentido pudiera ser muy interesante propiciar usos sustentables de la vegetación que rodea el Guadalquivir en el tramo urbano: primero porque revaloriza ante algunos ojos sauces, álamos y eneas. Y, en segundo lugar, permite recuperar la memoria de las relaciones que se establecían entre el pueblo llano y el Río. Palacios, castillos, alcázares, iglesias, etc. forman parte de nuestro legado cultural pero las actividades de la gente de a pie quedan invisibilizadas con el paso de los años.
Estoy con quienes piensan que es necesario una gestión de la vegetación de la Ribera, incluso con quienes ven la conveniencia de abrir ventanas entre la vegetación que permita la contemplación de los monumentos. Pero veo necesario que esta intervención se haga con mimo, con la memoria amable hacia unas plantas que nos sacaron de más de un apuro; conscientes de la valía de esta exuberancia de vida, propia de un espacio que cuenta con abundante luz y agua.

No hay comentarios: