Pasado el solsticio de invierno los días progresivamente van alargándose y con ello el fluir de las hormonas. Los verdecillos llevan un par de semanas haciéndose notar y las gallinetas están todavía más alteradas. También algunos ánades reales o azulones (Anas platyrhynchos) inician las primeras escaramuzas amatorias. Difícil tiene estos patos la perpetuación de la especie en este tramo del río. Primero porque le han puesto difícil elegir la pareja adecuada con tanto pato y tanta pata doméstica, que si bien presenta un aspecto rollizo, sus kilos de más originarán híbridos, que en muchos casos, no tendrán capacidad de volar. Tampoco es fácil encontrar el lugar adecuado para instalar el nido, a salvo de riadas y ratas. Y, por si fuera poco, los patitos tendrá que día a día librarse del acecho de gatos y perros que pululan por las orillas. A pesar de que las patas hacen todo lo posible por poner a salvo sus extensas polladas. Recordamos como una hembra se precipitó delante de sus crías deteniendo su marcha cuando estas se dirigían confiadas a la zona donde acechaba la tortuga mordedora.
Pero para original, la pata que cada año pone sus huevos en la cornisa del muro de protección que circunda el Río. Esta hembra nos muestra el porqué de su discreto plumaje en contraste con los llamativos colores de los machos, ya que tiene la capacidad de hacerse invisible a los cientos de ciudadanos que transita diariamente a poco más de un metro de su nido. Por lo que sabemos no le ha ido mal la cosa, ya que los abueletes que le siguen la pista año tras año, nos informan si los huevos eclosionaron o no, con mayoría de años de reproducción exitosa. Si usted tiene curiosidad por conocer a esta anátida no intente preguntar a estas personas el lugar exacto donde empolla el animal, ya que la protegen guardando escrupuloso secreto. Y eso, que sería digno de ver cuando los patitos rompen el cascarón y se lanzan al vacío desde una altura de ocho metros en busca de un remanso donde darse su primer chapuzón.
Pero para original, la pata que cada año pone sus huevos en la cornisa del muro de protección que circunda el Río. Esta hembra nos muestra el porqué de su discreto plumaje en contraste con los llamativos colores de los machos, ya que tiene la capacidad de hacerse invisible a los cientos de ciudadanos que transita diariamente a poco más de un metro de su nido. Por lo que sabemos no le ha ido mal la cosa, ya que los abueletes que le siguen la pista año tras año, nos informan si los huevos eclosionaron o no, con mayoría de años de reproducción exitosa. Si usted tiene curiosidad por conocer a esta anátida no intente preguntar a estas personas el lugar exacto donde empolla el animal, ya que la protegen guardando escrupuloso secreto. Y eso, que sería digno de ver cuando los patitos rompen el cascarón y se lanzan al vacío desde una altura de ocho metros en busca de un remanso donde darse su primer chapuzón.
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