> Río Vivo: El cigarrón cordobés

martes, 9 de septiembre de 2025

El cigarrón cordobés

 


No, agosto no es el mejor mes del año para pajarear por Córdoba. El calor intenso, la ausencia de montañas y la escasez de humedales de consideración hacen que la mayoría de los naturalistas busquen otros lugares para matar el gusanillo.

Hay quienes viajan a otros países y desde allí comparten —o restriegan— observaciones de especies soñadas: lagópodo alpino, cárabo lapón, cascanueces, alce, e incluso jaguar. Fotografías tomadas por amigos y enviadas por WhatsApp, Facebook o Instagram, a quienes deseas de todo corazón que una tormenta tropical o un alud los deje atrapados en sus alojamientos durante su estancia en aquellos parajes remotos.

Quienes, por cualquier circunstancia —generalmente económica—, nos quedamos en Córdoba tenemos dos opciones: poner el aire acondicionado y ver documentales de La 2 o plantearnos retos naturalistas extremos.

Algunos agostos he optado por la segunda opción, a sabiendas de que te juegas el tipo o que te consideren friki o algo peor. Entre todos esos retos al límite, el más satisfactorio fue la búsqueda de Pterolepis cordubensis.

Pterolepis cordubensis es un “saltamontes”, aunque mejor definido queda como un grillo de matorral. Pertenece a un grupo de ortópteros próximo a los grillos, con los que comparte suborden (Ensífera). Fue descrito por Bolivar en el año 1899 y hasta 2010, solo se conocía el ejemplar macho que fue capturado en nuestra tierra por el naturalista y que se conserva en el museo de Ciencias Naturales.

La primera vez que escuché hablar de Pterolepis cordubensis fue por boca de Florent Prunier en un programa de radio que hicimos sobre grillos y saltamontes. Más tarde salió en una conversación en el grupo de Facebook “Ortópteros Ibéricos (Gafanhotos, Saltões, Grilos, Ralos – Portugal e Espanha)”. Allí se citaba un artículo de 2010 en el que se describe por primera vez a la hembra de la especie, encontrada en un trigal en las inmediaciones de Écija. En esa charla, Jorge Gutiérrez señaló que Pterolepis cordubensis había que buscarlo en las zonas de la Vega y la Campiña, y no en las “laderas montañosas de la provincia de Córdoba”, como erróneamente recogía el Libro Rojo de losOrtópteros Ibéricos.

En resumen, el reto consistía en volver a localizar al Pterolepis cordubensis, del que solo había tres referencias: la descripción original, el artículo de David Lluciá-Pomares y la fotografía de Jorge Gutiérrez publicada en la IUCN Red List of Threatened Species.

Así que, manos a la obra: a recorrer pastizales de la Vega y la Campiña en busca de “El Cordubensis”.

El primer sobresalto lo dio un grillo de matorral capturado en las torrenteras de Casillas. Se le parecía, pero tenía el cuerpo más corto. Fue identificado como Decorana decorata. No era “El Cordobés”, pero sí un buen hallazgo: la primera vez que se registraba este insecto en la provincia.

El verano terminaba, y con él el periodo propicio, sin rastro de Pterolepis cordubensis. Hasta que el 8 de septiembre de 2018 exploré una franja de matorral en medio de un cultivo de secano. Tras un buen rato buscando y cuando ya me disponía a volver, cayó un pequeño chaparrón. El goteo sobre la hojarasca seca generaba ruidos que recordaban el movimiento de ortópteros. Para mi sorpresa, uno de esos ruidos provenía de una hembra de grillo de matorral que se desplazaba sobre una espiga de trigo. El animal coincidía con los rasgos de Pterolepis cordubensis. Sin apenas respirar, saqué la cámara y conseguí unas buenas fotos. Aun así, era necesaria la captura para que un experto —en este caso, Ginés Rodríguez— confirmara la cita.

Efectivamente, se trataba de la especie que buscábamos. Después de 119 años este ortóptero fue reencontrado en la tierra que le dio su epíteto específico. Al día siguiente volvimos al mismo lugar y liberamos al ejemplar. Ese día, además, observamos un macho. Estos hallazgos animaron a continuar su búsqueda en nuevas localizaciones. Afortunadamente, apareció en más enclaves, todos ellos en cultivos de secano de la Campiña, normalmente con franjas de vegetación espontánea donde se refugia durante el día. Después de más de un siglo, constatamos que Pterolepis cordubensis seguía presente en la Campiña de Córdoba, con poblaciones aparentemente saludables. Algunas incluso bordean la ciudad, en los límites que separan la Vega de la Campiña.

Resulta curioso que no hubiera registros de una especie aparentemente frecuente en la Campiña Baja durante más de 100 años. ¿Fue más escasa en el pasado, o simplemente nadie buscó ortópteros en el valle del Guadalquivir? Sea como sea, esperemos que esta especie endémica de la depresión bética andaluza siga formando parte del patrimonio biológico de nuestra tierra. Quizás su principal amenaza sea la expansión del olivar y del cultivo de almendros, que reduce y fragmenta los hábitats adecuados para el grillo de matorral cordobés.

Pterolepis cordubensis hembra encontrada el 8 de septiembre de 2018

Ejemplar macho


No hay comentarios: